Las puertas del cielo

(Con motivo del 75 aniversario del inicio de la Guerra Civil: 18 de julio de 2011)
Hace ahora exactamente 75 años se abrieron de par en par las puertas del cielo para quien quisiera cruzarlas como vasco por primera vez en la historia milenaria de este pueblo. Con el estallido de la guerra civil española, los vascos se situaron en bandos opuestos, como repitiendo de nuevo, al cabo de tantos siglos, contiendas medievales por el honor de un rey. Solo que entonces no había pendones reales a quien seguir sino algo mucho más grave y trascendental: las puertas del cielo que iban a cruzar los que por cada bando murieran entonces, bien en el frente de San Marcial o de los Intxortas, bien en las retaguardias, tirados en la cuneta, tras el paseíllo, o bajo los cascotes, tras un bombardeo. Una puerta iba a ser la de siempre, la española, la otra era nueva, inédita, no por anunciada menos inesperada: la vasca.
La guerra civil española, con su correspondiente versión en suelo vasco, fue el mayor descalabro social y político vivido aquí en la época contemporánea y solo la aparición de ETA y su reguero de muerte, destrucción y desplazados a cuentagotas ha recordado, aunque a escala mucho menor, menos mal, lo que pudo ser otra hecatombe como aquella. El hecho es que dejó sus secuelas hasta hoy mismo, cuando todavía hay quien pide que alguien de entre los vivos actuales pida perdón por aquello. La ley de reforma política española que dio lugar a la Constitución de 1978 quiso dejar zanjado el asunto de las responsabilidades y los historiadores profesionales tienen demostrado que el País Vasco no fue especialmente castigado por las consecuencias de la guerra civil, sino que en España hubo otras zonas que padecieron mucho más cruelmente el conflicto y la posguerra: en las provincias de Burgos o Valladolid fueron asesinadas por los sublevados, en cada una de ellas, más personas que en todo el País Vasco; y si nos vamos a provincias como Zamora, Huelva o Sevilla, los miles de asesinados entonces, en cada una de ellas, superan en varias veces la cifra de todo el País Vasco.
Quienes piden que la derecha española actual, en la que obviamente no hay nadie de los que gestaron el conflicto y nos llevaron a la catástrofe, pida perdón por lo que hizo Franco suelen ser los mismos que, a cambio, no creen que se deba pedir perdón por atrocidades mucho más recientes, que aún están frescas en la memoria de los ciudadanos y de las que están vivitos y coleando sus ejecutores y colaboradores.
El nacionalismo vasco tuvo que tomar en la guerra civil la decisión más trascendental en toda su historia: luchar por la patria vasca o por la religión católica. Porque es sabido que el fundador del nacionalismo dejó escrito en Baserritarra que el movimiento impulsado por él “solo por Dios ha resonado”. Pero eso lo dijo después de dejar bien claro que España ni había sido ni podía ser católica. Y Azaña, el último intelectual-político de la historia de España, a Dios gracias, se lo corroboró al comenzar la II República, diciendo aquello de que “España ha dejado de ser católica”. Sin embargo, los requetés que invadieron Gipuzkoa en los primeros meses de la guerra al mando del coronel Beorlegui llevaban el escapulario al pecho y capellanes dispuestos a celebrar misa en cualquier momento de la ofensiva, pero la puerta del cielo que ofrecían era española y no servía para el vasco. Ramiro Pinilla nos cuenta, en el onírico y espeluznante capítulo (200 páginas) que termina con la caída de Bilbao y que cierra el segundo volumen de “Verdes valles colinas rojas”, cómo muchos gudaris se pasaban al bando requeté para salvar el pellejo en medio de la batalla. No les importaba entrar en el cielo por la puerta española. Pero a sus dirigentes sí les importaba, y de qué manera.
Fue un navarro, Irujo, junto con Ajuriaguerra y Aguirre, el que decidió que la única garantía de que hubiera puerta vasca en el cielo era el Estatuto de Autonomía. Interpretaron así, fielmente, el mensaje de Sabino: sin Patria no hay Dios para los vascos. Anacleto Ortueta, conspicuo nacionalista, alejado de la ortodoxia sabiniana para fundar ANV, que antes de estallar la guerra civil había escrito sus obras históricas reivindicando la centralidad vasca para Navarra, y que es hoy referente del paradigma navarro dentro del nacionalismo vasco, cuando vio constituirse el primer Estado vasco moderno volvió al seno del nacionalismo y desempeñó diversos cargos bajo el gobierno de Aguirre.
Y todo eso solo lo pudieron facilitar los socialistas. Ellos mandaban entonces en Madrid. Prieto era poderoso en las Cortes y allí puso en manos de Aguirre el Estatuto para lo que quedaba de País Vasco tras la invasión requeté. Sin los socialistas nada de eso hubiera sido posible: le hicieron al nacionalismo el gran favor de su historia, dejándole toda la iniciativa y facilitándoles el cumplimiento de todo su programa, aunque solo fuera por nueve meses. Pero qué nueve meses. Aguirre desplegó todo su talento y su carisma y en tiempo récord construyó el primer Estado vasco moderno de la historia. Y encima otro socialista, consejero del Gobierno vasco, Santiago Aznar, fue el que convirtió la ikurriña, hasta entonces bandera particular del nacionalismo, en bandera oficial de Euskadi.
Navarra, que por historia podía haber sido el aglutinante del Estado vasco moderno, abriendo así las puertas del cielo por primera vez a los vascos, se quedó sin esa gloria, quizás para siempre. Tuvieron la Asociación Euskara, tuvieron a Campión, tuvieron un movimiento cultural que rescató todos los hitos históricos vascos, fomentaron el euskera antes que nadie. Pero, para su desgracia, en su territorio jamás habría surgido un movimiento nacional como el bizkaitarra: le faltaron los maketos.

MATRIOSKAS A LA VASCA

Las metáforas son esenciales para construir el relato de la historia. La de la línea del tiempo nos encanta porque nos lleva en volandas a través de los siglos. La de las muñecas rusas, en cambio, responde a una razón más estructural y estática: el llamado “problema vasco” es parte consustancial del “problema de España”; y es inútil pretender solucionarlo escogiendo una sola de las muñecas y dejando el resto: las matrioskas van siempre juntas, unas dentro de otras.
La primera matrioska, o la última, según se mire, es la “izquierda abertzale”. Todos sus gestos desde que está de vuelta en el poder, empezando por la camiseta de Amaiur que lució Garitano, curioso anticipo del nombre de la coalición electoral a las generales del 20-N, y pasando por la espantada en la visita de los Príncipes a Donostia, responden a las premisas del nacionalismo fundacional. El nacionalismo radical actual es la viva imagen del nacionalismo vasco en su versión primigenia: basta quitar a Jaungoikua y poner en su lugar el mítico igualitarismo primitivo vasco, transformado en socialismo revolucionario, ya desfasado desde la caída del muro de Berlín. También el primer nacionalismo condenó la conquista de Navarra por Fernando el Católico, por aquello de las bulas falsas. Y para entender lo de la visita de los Príncipes, no hay más que leer el artículo “La invasión maketa de Gipuzkoa”, que fue la puntilla para cerrar definitivamente la primera publicación nacionalista, Bizkaitarra. En aquel artículo se tachaba de invasores tanto a la familia real como al último de los veraneantes que por entonces, estamos en 1895, venían de vacaciones a las playas que hay entre Deba y Hondarribia. Todos en el nacionalismo radical sienten veneración por la figura del primer Sabino Arana, el de la pureza identitaria, el del rechazo visceral a España. Pero el prócer nació en Abando, qué le vamos a hacer. Pamplona-Iruña reunía todos los requisitos para haber sido capital de Euskal Herria, pero la gloria nacionalista se la llevó Bilbao. La izquierda abertzale se quiere llamar Amaiur ahora, en un festival de etiquetas políticas que parece no tener fin, y con ello quieren perseverar en la vieja senda del nabarrismo abertzale. Anacleto de Ortueta fue el que empezó todo eso, buscando las esencias históricas nacionalistas en Navarra, desmarcándose del PNV para fundar la original ANV. Pero Ortueta, como todos los vascos de entonces, fueran o no nacionalistas, no pudo resistirse al carisma de José Antonio Aguirre y cuando éste le llamó para arrimar el hombro en el primer Gobierno Vasco de la historia, el de la Bizkaia sitiada, Ortueta lo dejó todo y se vino a defender la casa del padre.
La segunda matrioska es el nacionalismo originario, que ahora quiere cambiar su nombre en español, no sabemos muy bien por qué. Un nacionalismo que lo único que demuestra, con la que está cayendo, al declarar que “España es un lastre” para el País Vasco, es antieuropeísmo; y que se mantiene electoralmente competitivo gracias a individualidades egregias como la del Alcalde de Bilbao, a quien no se le caen los anillos jeltzales por besar la mano de la Reina Sofía. La ideología que de verdad caracteriza al nacionalismo moderado actual no es la del primer Sabino Arana sino la del segundo, a partir de su alianza de intereses con D. Ramón de la Sota y Llano en 1898. Sota y sus seguidores, llamados “fenicios” por los sabinianos, fueron los que organizaron el nacionalismo en las instituciones, igual que lo tenemos hoy. De ahí las dos almas, el péndulo, en la feliz fórmula que explica sus éxitos, y por la que el PNV ha estado mucho más tiempo en el poder con la oscilación de Sota (autonomista) que con la de Arana (esencialista). De lo que jamás hará dejación este partido es de la memoria de su fundador. ¡Qué más quisieran los de Amaiur, cuyo punto central y casi único en su programa es el independentismo! Y es que no ha habido ni habrá independentista vasco más cualificado que Sabino Arana: él registró la patente y la guarda consigo bajo la lápida de Sukarrieta.
Y llegamos a la última matrioska, o primera, según se mire: la propia España. Un país donde la identidad vasca tuvo siempre un papel privilegiado. Donde los vascos gozaron de un nicho ideal en las estructuras del Estado, reconocidos todos como hidalgos, y donde incluso se pensaba que los primeros habitantes de la Península, los íberos, por los restos del idioma que utilizaban, eran un trasunto de sus coetáneos euskaldunes extendidos por toda la piel de toro. La teoría del vasco-iberismo, que sustentaba este principio, estuvo en vigor durante todo el siglo XIX. Vicente de Arana, primo del fundador, cuando publica su leyenda “Los últimos íberos” en 1882, a quienes se refiere, con ese título, es justamente a los propios vascos. Hoy sabemos que Sabino Arana gestó su nación vasca en Barcelona, donde estuvo de 1883 a 1888, entre jesuitas y lecturas de propaganda católica, con “El liberalismo es pecado” de Félix Sardá entre sus favoritas. El nacionalismo vasco procede directamente del integrismo español. El integrismo focalizaba su inquina en los “mestizos”: así motejaba a la inmensa mayoría de los católicos españoles, porque aceptaron vivir en un Estado liberal, empobrecido y aislado internacionalmente por las guerras carlistas que lo asolaron. Lo que ocurrió a partir de ahí, cuando Sabino Arana volvió de Barcelona a Bilbao en 1888, se deduce fácilmente, si tenemos en cuenta el boom minero e industrial que transmutaba entonces la margen izquierda de la Ría, atrayendo a una cantidad ingente de “mestizos” de Allendelebro.
Y ya con las tres matrioskas encima de la mesa, sacadas una de la otra, ¿cabe un relato del País Vasco, de Euskadi o de Euskal Herria que nos escamotee alguna de ellas? Algunos piensan que sí: puro voluntarismo.

USURPADORES DEL MAKETISMO

Pululan por la red últimamente engendros de blogs que intentan engañar al personal denominándose a sí mismos MAKETOS.

MAKETO POWER es el primero en la lista, por el tiempo que lleva quiero decir. El que lo dirige se hace llamar Popota y se lleva fantásticamente bien con los charnegos nacionalistas que están en la banda más nacionalista e independentista de Esquerra Republicana de Catalunya, imagínense lo que tiene de Maketo. Debió poner este nombre a su blog por imitar a otro que hubo por Cataluña llamado Charnego Power, pero nos tememos que también en este caso llamarse Charnego no tiene nada que ver con lo que los nacionalistas catalanes llamaban así.

MAKETO BLOG debe hacerse por el País Vasco, a tenor de la temática y de lo que el que lo lleva ha escrito hasta ahora. El sujeto que lo promueve se empeña en llamarse a sí mismo maketo (y creemos que lo es) pero no tiene para nada claro que lo quiera ser. Su política es atacar al Lehendakari socialista y a cualquier alternativa política al nacionalismo que pueda surgir y crecer en el País Vasco.

Ah, y no admiten intervenciones que descubran la superchería.

Lo único positivo es que promueven el término MAKETO y que la historia del término está ahí para descubrir la verdad. Como dice el blog de Anasagasti, la verdad es una, la diga él o el no sé qué porquero de quién.

ACABA DE SALIR A LIBRERÍAS


En este ensayo hago un repaso de las obras de Raúl Guerra Garrido referidas a tema vasco, que forman, a mi juicio, la columna vertebral de su producción novelística e indago en la posibilidad de construir una identidad alternativa a la nacionalista en el propio País Vasco, conformada justamente por el grueso de la inmigración histórica llegada a esta tierra desde otras partes de España desde finales del XIX a finales del XX.

UN MAQUETO PINTADO POR SÍ MISMO

"En el Heraldo de Madrid correspondiente al 23 de Septiembre último, aparece con el título de El espíritu de Vizcaya un artículo firmado por Un maqueto.
Este buen señor, aunque así no se hubiera firmado, denuncia su procedencia por la táctica que emplea en su escrito: es la misma de siempre, idéntica a la de todos sus congéneres; halagar en apariencia a los naturales del pueblo en que viven hasta conseguir sus propósitos, y después tratar de colocarse, en las distintas esferas, sobre el nivel de los que antes han halagado.
Conducta es esta que debe inspirar sumo cuidado, y de la que jamás debemos vivir desprevenidos, si no queremos que nos reduzcan a la nada en brevísimo plazo.
Véase ahora cómo se expresa el maqueto del Heraldo:

Haciéndose cargo de los que atizan el fuego de la discordia propalando odios de raza y de casta sin más razón que la de pensar, según el articulista, que las ideas de unos pocos, locos de atar, son las ideas de la generalidad de los vizcainos, dice:
"Esto no es cierto, como no lo es tampoco, a creer lo que algunos dicen, que a los maquetos nos tengan metidos en un puño los vizcaínos. En primer lugar, somos los más y ellos los menos; pero por si esta razón no fuera suficiente, lo sería la consideración de que ellos, los vizcaínos, en su inmensa mayoría, no tienen tan desequilibrado su espíritu, que vayan a pensar que por estar en su pueblo han de cerrar a piedra y lodo sus fronteras para no permitir intrusiones de ninguna clase, o arrojar a escobazos y perseguir como a perro con maza a todos los castellanos que estamos dentro de ellos."
En este párrafo se nos presenta el maqueto, en primer lugar, amenazador, diciéndonos que son los más, dando a entender que seguramente vencerían a los menos. No sabemos quién es este señor, pero si para muestra basta tan sólo un botón, nos atrevemos a asegurar que ya disfruta de desahogada posición social, pues siempre se le advierte esta fase cuando ha conseguido realizar alguna parte importante de sus aspiraciones. Arrepentido más tarde d eesa amenaza quiere disimularla, y exagerando maliciosamente la nota antimaqueta de algunos, apela a la buena organización cerebral de la mayoría de los vizcainos. Procedimiento es este de los más gastado, pero que en su fina urdimbre se enredan algunos incautos, por cuyo motivo nos creemos obligados a llamarles la atención.
Sigamos leyendo:

"Quien tal dice desconoce a los vizcaínos y no sabe lo que pasa en Vizcaya. Cierto que aquí los naturales son amantes de su suelo, de sus usos, de sus costumbres, de sus tradiciones, de sus antiguas leyes y de cuanto adquirió desde el nacer, carta de naturaleza en Vizcaya; y que este amor, digno de todo respeto y veneración, lo tienen arraigadísimo en su corazón; pero de esto a la separación de castas, al odio al feroz invasor y a las persecuciones interminables, hay una diferencia inmensa que ningún vizcaíno, estoy de ello cierto, se atreve a salvar.

Verdad también que los vizcaínos, y esto es perfectamente natural y lógico, están bien unidos, se protegen y amparan mutuamente y en todas ocasiones procuran conseguir el bien de los suyos; pero de esto a distanciar al maqueto, sin consideración a sus merecimientos, a sus trabajos y a sus virtudes sociales, apartándole violentamente cuando pretende escalar el puesto que ambiciona, hay una respetable distancia."


El articulista ha variado de táctica; aquí se nos presenta como un maqueto en su primera etapa, esto es, sin engreírse; por el contrario, ensalzando a los vizcaínos y ponderando sus costumbres, para terminar arrimando la ascua a su sardina por si cae algún incauto en la tentación de terminarla de asar, y esto se llama maliciosa cucología, la que nunca debemos olvidar.
Mas tarde añade, ocupándose de la inmigración castellana:

"Y esta inmigración no se compone sólo de braceros. Hemos venido aquí todos, porque, y esto honra a Vizcaya, este es el rinconcito mejor de España. Y al venir todos, y de todo, en todas las esferas de la actividad humana se nota el fenómeno de la terrible competencia social y hay que ofrecer mucho y darlo para obtener una recompensa, las más de las veces, desproporcionada al esfuerzo realizado. Además de esto, la vida es aquí más cara que en ninguna otra parte, y esta circunstancia acrece las dificultades."


En este párrafo, después de una dedada de miel, se nos presenta el maqueto quejoso del premio a su trabajo: lo encuentra mezquino, y por consiguiente se muestra ingrato con quien él ha solicitado protección, y termina mostrando descontento por la carestía de la vida de un pueblo en el que reside por su libérrima voluntad, y que por lo tanto puede, cuando le plazca, trasladar su residencia a lugar de mejores condiciones. La eterna cantinela del castellano que resulta inocente e inofensiva, pero aburrida por su repetición.
Prosigamos la lectura.

"Por lo demás, el maqueto se abre aquí camino como en otra parte. Los vizcaínos, y hablo de la inmensa mayoría que tienen juicio cabal, son retraídos, se resisten, y es natural, a dejarse conquistar; pero al fin son conquistados por quien tiene méritos suficientes y habilidad para rendir sus posiciones, y se entregan a discreción si se les da en cambio cantidad bastante de bagaje científico y social que facilite la transacción. Buena prueba de lo que digo es que muchos maquetos viven aquí muy contentos y reconocidos porque se les ha hecho merecida justicia, sin pensar en antagonismos regionalistas que no existen sino en la mente de unos cuentos degenerados."


En estas líneas el maqueto ha perdido los estribos, abrogándose la exclusiva posesión de la ciencia y la sociabilidad; se considera dispensador de favores, maestro y educador de los vizcaínos, pretensión absurda y que redundad en desprestigio de los naturales de este país que por su ciencia y cultura están por lo menos a nivel, si no por encima, de la casi totalidad de las provincias españolas. Contentos vivirán en Vizcaya los maquetos que así piensan, pero los vizcaínos nada tienen que agradecerles: hubiera valido más no se hubieran acordado de venir a visitarles, y si una de las manifestaciones de la ciencia y de la cultura es la humildad, medrados resultan la de los que así piensan. Está visto: el maqueto no tiene enmienda. No acertamos a comprender, con estas condiciones, cómo se abre camino; no es posible se presente tal cual es.
Y terminemos copiando.
"Que Arana salió diputado provincial; ¿y qué? Si Arana al final no hubiera recogido velas apartándose cuanto pudo de las ideas sostenidas en aquel papelucho que se llamó El Bizkaitarra, es casi seguro que no hubiera obtenido los sufragios de cien electores; pero acertó a decir que del dicho al hecho hay un buen trecho, refiriéndose a las ideas bizkaitarristas por él sustentadas, y se agarró tan bien a las frondosas ramas del árbol santo de Guernica, que no es milagro arrastrase a la gran masa fuerista, cuyos sufragios consiguió como mantenedor de las leyes tradicionales de Vizcaya."
¿De dónde ha sacado nuestro maqueto estas afirmaciones?
Que nosotros sepamos, en ninguna parte se hallan consignadas. Y eso de agarrarse bien a las frondosas ramas del árbol de Guernica, podemos decir que como el señor Arana jamás se ha desasido de ese hermoso símbolo de la libertad vizcaína, no tuvo necesidad de agarrarse a ninguna parte para conseguir el triunfo que parece ha molestado algún tanto al comunicante del Heraldo. "
En Euskalduna, nº 110, 2-10-1898

LAS PRUEBAS


"Diferentes veces nos hemos ocupado de las proporciones que en estos últimos años ha alcanzado en nuestro país la inmigración de elementos completamente extraños y hasta opuestos a nuestra raza y peculiar manera de ser. Tal vez lo que respecto de este particular tenemos manifestado se haya calificado por algunos de exageraciones de fanático o de pesimismos de desesperado, pero ni nuestras amarguras llegan hasta el extremo de hacernos perder toda esperanza, ni nuestro entusiasmo por la idea que defendemos llega a oscurecernos la razón. Y para que se vea la verdad de lo que decimos y de lo que antes de ahora tenemos expresado, vamos a poner de manifiesto la prueba más palpable y que menos puede dejar lugar a dudas. Contra los datos estadísticos, contra la prueba de los hechos, todo argumento cae por su base. ¿Y qué nos dicen esos datos? Por capricho se nos ocurrió leer el otro día en un diario local la relación de los matrimonios habidos en nuestra villa el día 18 del corriente mes. Once matrimonios se verificaron en dicho día. He aquí los apellidos de los contrayentes: Penen, Fallo, Sagasti, González, Lara, Mazón, Alzola, Urúburu, Pérez, López, Iturbe, Martiles, Andrés, Ducal, Fernández, González, Martínez, Rodríguez, Robredo, Bareño, López y Martínez. De veintidós, solamente cinco apellidos vascongados; los demás de la otra banda. ¿Hay prueba más concluyente que ésta de que en nuestra villa la inmigración de elementos extraños ha llegado a grado tal que ya no cabe dudar siquiera de que los de casa somos los menos y los de fuera los más? ¿Cabe dudar ni por un momento siquiera, después de esto, de la razón que nos asiste al estar un día y otro lamentándonos de las proporciones exageradas que esa inmigración ha tomado?

Pero aún hay más. Pudiera acaso decirse que la casualidad ha hecho que se casaran en un mismo día más gentes de apellido erdérico que de euskérico. Pudiera ser. Pero también es casualidad que al ocurrírsenos dos días después leer la lista de fallecidos nos encontráramos con los apellidos siguientes: Larrea, Pérez, González, García, Mañas, Polanco, Miguel, Gorostegui y Martínez. Y ante esto ya no hay casualidad posible. Hubieran sido muchas casualidades. Esta lista de fallecidos guarda relación íntima con la de matrimonios. Una y otra se completan para demostrarnos de una manera terminante, incontrovertible e indubitable, que ya aquí, en Bilbao, la raza euskalduna está en minoría, y el castellano o como quiera llamársele, en gran mayoría. Con razón se califica a sí mismo un amigo nuestro de extranjero en su tierra.

¿Qué falta después de esto? Muy poco. Hay un refrán que dice así: De fuera vendrá quien de casa te echará. Todavía no hay llegado a esto, pero camino de ello parece que van. Si no nos echan, como al fin y al cabo se están quedando con todos los destinos, cargos, oficios, profesiones, etc., etc., se dará el caso, más tarde o más temprano, de que las necesidades y el hambre nos obligarán, a los que hemos nacido en esta hasta los tuétanos maketizada villa de Bilbao, a emigrar de ella marchándonos a Alaska en busca de oro, o a colonizar las extensas llanuras de la Mancha.

Que allá, allá se andarán."

Euskalduna, Bilbao, nº 86, 24 de abril de 1898

"DE FUERA VENDRÁ..."

Comedia en tres actos de Sabino Arana Goiri, fechada entre 1897-1898 por José Luis de la Granja, que la rescató de las catacumbas archivísticas de Salamanca, tal como él mismo nos lo relata en el prólogo donde presenta, anota y estudia esta obra:
Sabino Arana Goiri: “De fuera vendrá...”, San Sebastián, Haranburu, 1982:

“En junio de 1980 el autor de estas líneas se hallaba investigando sobre el nacionalismo vasco en la II República en el Archivo Histórico Nacional – Sección Guerra Civil, existente en Salamanca, y encontró allí, entre su rica y abundante colección de folletos, dos textos –uno político y otro literario- de Sabino de Arana Goiri no incluidos en sus Obras Completas (Sabiandar-Batza, Bayona-Buenos Aires, 1965).
El primero de ellos se titula Textos políticos. Consejo Regional Vasco... (...) El segundo texto es la comedia De fuera vendrá... (que sigue sin figurar en las O.C. [el autor se refiere, obviamente, a la nueva edición de las mismas de la editorial Sendoa, de Donostia, de 1980, en tres volúmenes]), cuya edición anotada y su estudio histórico-crítico constituyen el objeto central de este libro. (De este folleto, a más del ejemplar guardado en el Archivo de Salamanca, he localizado otro –al que le falta la portada- en la Sección Vascongada de la Biblioteca Provincial de la Diputación de Vizcaya y un tercero en la Institución Sancho el Sabio de Vitoria. También Jon Bilbao posee uno en su biblioteca de Guecho).” (21-22)

La autoría de esta obra por parte de Sabino Arana queda, en el estudio de José Luis de la Granja, fuera de toda duda, como luego lo han corroborado el resto de especialistas, empezando por Javier Corcuera, autor del prólogo de esta edición.

En esta comedia de Sabino Arana Goiri aparece el término MAKETO o similares en las siguientes ocasiones:

DON CÁNDIDO: (...) “Pero que nos vengan diciendo que si las razas son distintas... que si este país ha sido siempre independiente... que si hay motivos serios de religión y moral, porque los maketos (¡ésta es su culta terminología!) nos traen el descreimiento y la corrupción de costumbres... que si no somos españoles ni lo hemos sido nunca, y constituimos por natural derecho nacionalidad aparte... Que estas cosas nos digan a nosotros, que hemos conocido los Fueros y sabemos lo que son...” (66-67) (puntos suspensivos del original y así en los restantes que siguen salvo los que van entre paréntesis)

IGNACIO: “Pero, si he de hablarte ingenuamente, no la comprendo. ¿Qué te importa a ti que ese tío maketazo acompañe a mi hermana, si no se la ha de llevar?” (75)

JUAN: “Bueno; ahora suponte el otro caso: que Anita prefiera al maketo, aún alcanzando yo ese empleo.” (76)

JUAN: “¡Hum! Esto no me hace mucha gracia... En las cartas últimas le llamaba el maketo... ahora ya le llama don Filomeno... y dice que es muy fino... y entra en su casa... y ha estado ya dos veces convidado...” (80)

JUAN: “Sí... la plaza no creo que me la llevará ninguno de esos sete maketos, por más de que uno de ellos dice que ha estado empleado en la Diputación de Murcia.” (86)

JUAN: “(Aparte) Este me servirá. Antes le enviaba por el correo o le daba yo personalmente las cartas. Pero por el correo no me atrevo desde que me sorprendió su padre; y personalmente no puedo, porque no encuentro ocasión hace tiempo. De su hermano nunca he querido valerme porquen o me parece bien. Así es que tengo que echar mano de uno de estos maketos, porque los vascos no valen para estos oficios.” 95

IGNACIO: (...) “Mas ¿será posible que un español entre en mi familia? ¿Será posible que mi única hermana venga a ser mujer de un maketo? (...) Pero ¿cómo? ¿Estoy viendo visiones? ¿Qué es esto? Tú también aquí... tú también a arrebatar el pan que pertenece a mi amigo... ¿no eran bastantes los siete españoles que en un principio se presentaron y has venido tú a última hora... y tú... tú, miserable maketo..., tú precisamente?” (111)

Total, siete apariciones del término “maketo” y una de “maketazo".
* * *

Además aparecen otras alusiones despectivas del mismo estilo, sin utilizar el término maketo, en los siguientes casos:

IGNACIO: (...) “¿Cómo quieres que ahora te sustituya por otro, y más siendo el nuevo un español de típica cepa, ella, que siempre se ha mostrado tan nacionalista como nosotros?” (77)

JUAN: “Aquella bandera española que, al sentir el torpe beso del Eolo de su patria, se agita voluptuosamente, y ya se despliega y eleva sobre el asta de popa que la suspende para recordarme su dominación en esta tierra nuestra, ya se repliega con sarcástico gesto de famélica arpía... ¡se está burlando de mí! Y este mismo viento español que parece salido de los infiernos... si muge con salvaje complacencia al precipitarse por las angostas calles pobladas de latinos, y desgaja y derriba con jactanciosa facilidad las ramas de nuestros viejos robles, y silba frenéticamente al chocar en los hilos eléctricos que se cruzan y entretejen sobre los lujosos hogares de la rica villa... ¡es porque se está burlando de mí!...” (79-80)

IGNACIO: “Muy sencillo: Ana le habrá hecho algún nuevo desaire, y el señor Cordero, burgalés, no habrá tenido ya alma para aguantarlo.”
JUAN: “Mucho me extraña eso en un español.” (86)

CORDERO: (...) “Se conoce que el bárbaro ese de la boina la había hecho tilín. ¡Ca! Si me hacía hasta desprecios... Pero hay que tener aguante para todo, aguante de español y parla, fina parla castellana. Y luego... este gracejo que tenemos para hablar los que hemos estado en Andalucía...” (89)

CORDERO: (...) “...subí al segundo piso, donde vive la familia leonesa amiga mía, y recogí la carta dirigida por el boinaza a mi amada y la peseta que la acompañaba, diciendo que la carta era mía y que había sido entregada allí equivocadametne y que la peseta era para la criada del primero, y si luego le refiero cómo me guardé la peseta y me serví de la misma carta del boinaza, para pisarle como a un sapo, borrando de ella lo que me pareció oportuno... ¡ca! No puede ser, porque este don Inocencio es un beato, y yo desmerecería acaso en su concepto, por más de que la cosa sea la más sencilla y natural del mundo y de la clase de ardides que en mi tierra se emplean corrientemente en semejantes casos.” (104-105)

CORDERO: (...) “Pero según luego me refirió el mozo, parece que el de la boina le salió al encuentro en la misma puerta de casa de Anita, y habiéndole preguntado a dónde iba, qué llevaba y quién era el remitente, y sabido todo por ese estúpido gallego, le convenció a éste de que era íntimo amigo mío... (...) Dicho y hecho: el animal del gallego se lo cree todo y arrollando la carta...” (107) (puntos suspensivos míos)

IGNACIO: (...) “... pero ¡tanto venir a cualquier hora ese español a casa...” (110) (puntos suspensivos finales míos)

JUAN: (...) “Desde que ese victorioso español apareció por tu casa, dos cartas he escrito a tu hermana y no he obtenido contestación...” (113) (puntos suspensivos míos)

IGNACIO: (...) “Don Crisóstomo: en usted vemos nosotros no sólo un digno ministro del Señor, un ejemplar sacerdote bizkaino, sino un verdadero amigo nuestro, un padre de nuestras almas, y estamos obligados a revelarle a usted el firme propósito que tenemos de marcharnos lejos de esta Patria nuestra, más vilipendiada por sus mismos hijos que por los extraños...” (115) (puntos original)

DON CRISÓSTOMO: “Mirad hijos míos, no puedo aconsejar que hagais lo que os proponeis, porque es siempre peligroso para el alma el ir a vivir en países donde a uno no le conocen y encuentra, por lo tanto, menos reparo para abandonar las prácticas religiosas y disiparse en las costumbres, y porque, además, la Patria, si ha de restaurarse, necesita del esfuerzo de sus hijos, y si vosotros os ausentáis, pierde dos de los buenos, que han de ser sustituidos por doble número de invasores. No os puedo aconsejar; pero comprendo tenéis motivos sobrados para tomar tan grave resolución.En estas montañas hemos nacido, y nacieron nuestros padres, y nacieron nuestros abuelos y todas las generaciones de antepasados nuestros que se han sucedido desde que por vez primera fueron pobladas. ¡Ellos fueron libres y felices! Pero hoy, esclava nuestra Patria, no es tan grande esta desgracia de la esclavitud, como el ver que los mismos hijos de esta infeliz esclava sobrellevan de buen grado la deshonra y humillación de su Madre e indolentemente soportan las pesadas cadenas, más aún se congratulan y besan la mano del opresor. Y ya sólo en la tierra que pisamos conservamos algo propio de nuestra Patria, que no en el pueblo que la habita; éste ha renegado de su sangre y no quiere reconocer a los hijos de su raza, equiparándolos a los extraños y muchas veces, como hoy hemos visto, postergándolos a ellos, y demostrando predilección por los mismos miembros del pueblo que al nuestro tiene sometido y aherrojado. No me extraña, pues, hijos de mi alma, que os determinéis a dejar vuestra tierra para buscar entre otras gentes lo que en el hogar de vuestra raza se os niega por dárselo al extranjero invasor.” (115-116)