EFECTOS DE LA INVASIÓN

"Entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen hoy a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva, juzgada en sí misma cada una de ellas, como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española.
Ni la extinción de su lengua, ni el olvido de su historia, ni la pérdida de sus propias y santas instituciones e imposición de otras extrañas y liberales, ni la misma esclavitud política que hace más de once lustros padece, la equiparan en gravedad y trascendencia.
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Nada importa, pues, la extinción de nuestra lengua; nada, el olvido de nuestra historia; nada, la pérdida de nuestras propias y santas instituciones y la imposición de las extrañas y liberales; nada, esta misma esclavitud política de nuestra Patria; nada, absolutamente nada, importa todo eso, en sí considerado, al lado del roce de nuestro pueblo con el español, que causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad.
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...pero ya hoy, perdida su independencia, y con ella sus leyes y gobierno propios, borradas han quedado las fronteras que la apartaban de la familia española, rota y deshecha la barrera que a una de otra separaba y establecida la íntima comunicación de ambos hogares; y en el solar de la familia euskeriana penetra la española a título de amiga, y de amiga pasa luego a pariente, y con la confianza que la amistad y el parentesco inspiran se hablan sin recelos sus inteligencias, se comunican sus corazones, se compenetran sus espíritus; y el criterio extraviado vence y ahoga al buen sentido moral, la malicia a la bondad, a la verdad el error, la corrupción a la pureza, la vileza a la dignidad, el vicio a la virtud, el mal al bien; y el mal sienta sus reales en nuestras poblaciones y desde ellas extiende sin tropiezos sus conquistas, y transpone los ríos y se extiende por los valles y penetra en los barrancos y trepa las laderas, y ya la familia euskeriana, acosada y estrechada por la impetuosa invasión, va viendo perecer, arrollados en el inmundo torbellino, a todos sus hijos, no quedándole ya libre del general naufragio más que la cumbre de sus más altas montañas, cuna de nuestra raza.
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Y muerto y descompuesto así el carácter moral de nuestro pueblo, ¿qué le importa ya de sus caracteres físicos y políticos? Si hoy con la invasión española coexistieran éstos, y nuestra lengua, en vez de desaparecer rechazada por la extranjera, fuese adquirida y usada por el invasor, y no hubiese euskeriano que no conociera la historia de su Patria, y Euskeria gozase de sus instituciones tradicionales y estuviera cristianamente legislada, y no padeciese infamante yugo sino disfrutase de la independencia política más absoluta, pero el hijo de España fuera cual hoy considerado como hijo de una misma sociedad y hermano, y como hermano y conciudadano fuese recibido en el hogar de Euskeria, ¿qué valor tendría todo aquello al lado del carácter social naturalmente religioso y moral del euskeriano, que a pesar de todo, habría de corromperse, realizada la simultaneidad que suponemos, al contagio del carácter social del español, naturalmente impío e inmoral? ¿De qué le aprovecharía su antigua y bella lengua, ni el recuerdo de su historia, ni sus sabias instituciones, ni su independencia política, ni su católica legislación siquiera, si ya, antes de sentirse los resultados de ésta, el roce íntimo y fraternal de la sociedad española descarriaba las inteligencias de sus hijos, podría [sic] sus corazones y mataba sus almas?
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La sociedad euskeriana, hermanada y confundida con el pueblo español, que malea las inteligencias y los corazones de sus hijos y mata sus almas, está, pues, apartada de su fin, está perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios.
No insultamos al pueblo español, no intentamos ofender a nadie: sólo queremos salvar a nuestra Patria. Somos hijos de una raza desgraciada, somos miembros de una extraviada sociedad, y estamos en el deber de encaminar a su fin a la sociedad en que vivimos y de procurar la felicidad de la raza a que pertenecemos... (...) Y si publicamos la degradación del carácter español, es porque el euskeriano vea en su roce con ese pueblo la causa de su rebajamiento moral, y si afirmamos la independencia de nuestra raza, la afirmamos como necesaria e ineludible para evitar el mortal contagio y salvar a nuestros hermanos, a nuestra familia, a nuestra Patria.
La material inmigración del pueblo español en Euskeria ningún daño moral o muy poco considerable acarrearía, en efecto, si el español no fuera recibido acá como conciudadano y hermano sino como extranjero. Fuese independiente Euskeria y, aparte de que el número de españoles que aquí inmigrasen sería muy contado, los que vinieran vendrían como extranjeros y, como extranjeros, estarían siempre aislados de los naturales en aquella clase de relaciones sociales que más influyen en la transmisión del carácter moral, cuales son el culto, las asociaciones, la enseñanza, las costumbres y la amistad y trato: y entonces esa separación sería tan marcada como la que ordinariamente existe entre los naturales y ciudadanos de un país y los extranjeros, cuando, ya independiente Euskeria, legislase en los primeros tiempos de su libertad y restauración como fuese necesario para borrar de raíz los desastrosos efecdtos sociales de la pasada dominación española y aún aquellas influencias de la misma tan sólo indiferentes.
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No es, no, el liberalismo del gobierno y las leyes actuales de la nación dominadora la causa inmediata y principal de la perversión de nuestro pueblo. No, y mil veces no. Multitud de españoles, repetimos, llegan a nuestra Patria sin haber sentido los efectos de aquel gobierno y aquella legislación, y sin embargo, multitud de euskerianos que tampoco aún los han sentido, pierden sus más bellas cualidades y se pervierten al contacto con los invasores. Los españoles que acá inmigraron pocos años después de la liberalización del estado español, nos trajeron el mismo carácter y las mismas costumbres que los que inmigran ahora. El mal no es, pues, reciente. El liberalismo teórico o doctrinal se aprende, porque es sistema moral y político; pero el práctico está en la misma naturaleza humana, empezó con el pecado original y está expreso en muchos, latente en todos: manifiesto está en el carácter y en las costumbres del español, y al contacto del hijo de España con el euskeriano, se enciende y manifiesta en éste y altera su carácter y sus costumbres.
Yerran, pues, los euskerianos católicos que piensan salvar a Euskeria uniéndola a España. La sociedad euskeriana se pierde en su contacto con la española, y es preciso aislarla hoy en lo posible, para salvar a sus miembros; y para salvar a los venideros, aislarla mañana en absoluto por medio de la independencia política. El carlismo, el integrismo y el moderno regionalismo católico no podrán jamás salvar a Euskeria, porque desde el momento que establecen la íntima unión social del pueblo euskeriano con el español, se oponen a que aquél cumpla su fin, sirvan sus hijos a Dios y salven sus almas.
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Y es oportuno prefijar desde luego cuáles son la Religión y la Moral en cuyos preceptos hubiesen de informarse nuestras instituciones, porque si actualmente no hay más que un partido nacionalista, que es por fortuna íntegramente católico y el único que puede derivarse de nuestra tradición política, no sería imposible, sino muy fácil, dado el actual relajamiento, que el día que la idea de la separación material de España se propagase en nuestro pueblo, surgiera, inspirado por infames logias, algún partido que, con capa de patriotismo, pretendiese liberalizar nuestra constitución y el carácter social de nuestra raza, y fuese por lo tanto no ya nacionalista, pues carecería de derecho su bandera, sino verdaderamente separatista y más enemigo de Euskeria que la misma España.
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Mas no contrarresten e inutilicen nuestro esfuerzo y nuestra acción, ¡por Dios se lo rogamos!, nuestro Clero y las Órdenes Religiosas que en nuestra tierra se hallan establecidas. Medítenlo seriamente y habrán de comprender cómo el roce del pueblo euskeriano con el español corrompe a aquél, y cómo, por tanto, están uno y otras en el ineludible deber de trabajar en todos los órdenes por evitarlo en lo posible. No pretendemos que apoyen la política nacoinalista; que nuestro partido ni aún recibe como afiliados a sacerdotes: únicamente les pedimos respetuosamente no nos combatan; les suplicamos prediquen sólo el Evangelio, no prediquen la sumisión a España; y limitámonos a señalarles el roce con el pueblo español como causa de una gran desgracia moral por todos conocida y a pedirles procuren atajar la perniciosa infección. Se trata de salvar almas: perecen las de nuestros hermanos... ¡Ay de aquel que de obra, de palabra o por omisión coopere a ello!
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Un hijo del estado euskeriano hoy más azotado por la invasión, y natural del más invadido pueblo de él, un oscuro bizkaino, fue quien dio el grito: cierto. Mas no miréis si el que lo dio era seglar o autoridad eclesiástica, ignorante o sabio, pobre o rico, joven o de edad madura.No preguntéis quién ha dado la voz. Es la voz de la razón y la justicia, y esto debe bastaros."
[Reproducción parcial del artículo del mismo título de Sabino Arana Goiri en Baserritarra, 11-7-1897]

INMIGRANTES O INVASORES

"Son tiempos en los que, al parecer, se habla de modo resolutivo y en los que se eleva la voz para que se oiga alto y claro. Tiempos en los que tanto en una parte, como en la otra, se enervan los tonos y se cantan las íntimas verdades que cada uno ha tenido siempre acalladas, silenciadas y hasta amordazadas porque su sonido podría romper estrategias, destrozar tácticas y, sobre todo, avergonzar a las generaciones de antaño y de hogaño. Hoy, ahora, como siempre, es incorrecto políticamente decir la verdad lisa y llana que impide objetivamente a Euskal Herria alcanzar democráticamente su plena soberanía.Durante el pasado Aberri Eguna Xabier Arzalluz, y que sirva de precedente de aquí a la eternidad, dijo su verdad con la que estoy básicamente de acuerdo, aunque vaya por delante que siempre he creído y creo en aquella definición de «pueblo trabajador vasco» que, desde el nacionalismo y desde la izquierda vasca no sólo huía del racismo y de ideas excluyentes sino que, todo lo contrario, buscaba precisamente acoger bajo una patria vasca a todos aquellos que habían elegido esta tierra para vivir.Creo, no obstante, que aquella idea humanista y progresista que es común en la izquierda abertzale no se ha plasmado con el éxito práctico que hubiera podido alcanzar en otra nación y en otro Estado cualquiera. Quienes hemos pasado nuestra existencia pensando en que los habitantes que vivan y trabajen en Euskal Herria son vascos, hemos alimentado una bonita ilusión por la que debemos seguir luchando, pues no por haberlo intentado hemos logrado que todos los ciudadanos se sientan y sean vascos.Hablemos claro. Esta tierra fue una gran oportunidad para que el gran español pudiera invadirla de la manera más sibilina que se conoce en la historia, pues, en definitiva, Euskal Herria fue ocupada por los hombres y las mujeres más inocentes y más pobres de las tierras más inhóspitas de España. Fue «invadida», permítaseme el verbo, por aquellos que se vieron arrojados como hormigas malqueridas de aquel país. Hombres y mujeres que vinieron a Euskal Herria y que también fueron explotados, como el resto de la clase trabajadora vasca, pero que también lograron sobrevivir y recobrar su dignidad con su trabajo y existencia en esta nación. Estaban, como lo están quien en el futuro miren a este pueblo como tierra donde asentarse, en su pleno derecho, pero al mismo tiempo no debemos olvidar que objetivamente la inmigración cumplió con el oscuro objetivo de diluir, hasta casi la destrucción, una nación a la que vinieron en aluvión hablando español y pensando en español, porque Euskal Herria era para ellos un trozo más de España. Y esto se llama avasallamiento.Cuando desde el alma rota de los vascos brotaban las primeras lágrimas por el euskara y por su cultura milenaria mancilladas y troceadas, Antonio de Nebrija hacía ideología cuando escribía la primera gramática llamándonos brutos descristianizados; y cuando reivindicábamos por nuestros fueros reducidos a la mínima expresión, Cánovas del Castillo descubrió aquello de que la «fuerza es el derecho», una máxima que siempre ha valido para los mandamases de Madrid, pero que siempre que lo ha utilizado Euskal Herria ha sido calificado de «terrorismo». Y esta filosofía estaba y está en la inmigración española en Euskal Herria, en aquellos que cuando se les hablaba en euskara ordenaban imperativamente lo de «háblame en cristiano». ¿Acaso los emigrantes españoles les espetaban de igual modo a los ciudadanos alemanes en Hamburgo cuando les hablaban en alemán?Los inmigrantes ayudaron, efectivamente, a levantar la economía vasca... de España y han colaborado al enriquecimiento de los grandes capitalistas vascos... de España. Desde su conciencia ideológica de una e indivisible patria española, mantenida, alimentada y alentada desde siempre por los sindicatos y partidos nacionalistas españoles (PSOE, PCE, UGT, CCOO y otros que ayer fueron Falange y hoy son PP) han contribuido, inconsciente y conscientemente, al intento de la destrucción nacional de Euskal Herria.Son muchos los que a pesar de estar domiciliados en ciudades y pueblos vascos viven en España y, además intentan imponer a sus vecinos euskaldunes su cultura española de vivir, y muchos son los que una vez instalados en la fama y en el reconocimiento profesional pasean españolidad en los mo- mentos de éxito y risas, y sólo se reclaman vascos a la hora de machacar públicamente al nacionalismo vasco desde foros como el de Ermua y desde espíritus como el de Vallecas.No obstante, y a renglón seguido debemos añadir que también son muchos los que dejaron de ser emigrantes españoles para ser vascos, euskaldunes y dar su vida por una Euskal Herria libre, sin olvidar sus raíces, tan honradas y respetables como las de cualquiera. Son muchos los que, llegados desde otras tierras han contribuido a enriquecer nuestra cultura y defender su identidad, que es la suya. Euskal Herria se ha entreverado desde hace miles de años, pero esto no ha sido obstáculo para que sienta su identidad diferenciada. Es más, el milagro vasco está precisamente en su inteligente permeabilidad que le ha facilitado la asimilación de otras lenguas y otras culturas sin tener por ello que perder su propia personalidad.Y es que el meollo de la cuestión no está en si la inmigración fue o no perversa, aunque objetivamente así lo parezca o así lo fuera. La perversidad consistió y consiste en el sostenimiento de la logística ideológica que a todas y cada una de las oleadas de emigrantes españoles les fue aportada, para que no perdieran su esencia nacionalista española en detrimento de las señas de identidad vascas. La perversidad está en que, desde siempre, los sucesivos gobiernos de Madrid, han querido convertir a sus pacíficos e inocentes inmigrantes en invasores, y, con la justificación de defenderlos, por ser rehenes de una ideología imperial española, amenazar permanente y constitucionalmente con las armas a todos aquellos que luchaban por la soberanía de Euskal Herria. La maldad está, como desde el más puro racismo afirma Rosa Díez, en cantar las alabanzas del «mestizaje» (lo que equivale a reconocer varias razas ) para así auparse en el «criollaje», que es lo que siempre la gran España hizo en todas sus tierras conquistadas.El elemento esencial del conflicto en Euskal Herria, desde siempre, no está ni en el racismo ni en la xenofobia; está en que el nacionalismo español nunca ha consentido que aquí, en esta tierra, se integraran como vascos a todos los seres humanos que en ella y de ella viven, pues su mala idea partía y parte de una verdad objetiva, contundente, universal y que también el nacionalismo vasco conoce: si los inmigrantes son integrados lingüística y culturalmente allí donde les lleve su necesidad de supervivencia es porque en el lugar donde esto ocurre, existe una nación soberana. Sólo al nacionalismo español conviene que los inmigrantes lo sigan siendo."
[Reproducción del artículo del mismo título de Jabier Salutregi Mentxaka, en el periódico Gara, 3-4-2000]
RESPUESTAS DE "LA IDENTIDAD MAKETA":
* Los nacionalistas vascos no acaban de interiorizar el sencillo hecho de que el País Vasco y Navarra, cuando los inmigrantes llegaron aquí en grandes oleadas a finales del XIX (auténtica invasión), no eran entidades políticas independientes. El nacionalismo surge a raíz de la llegada de los inmigrantes aquí. Lo que hay antes que se le parezca, los precedentes del nacionalismo son sólo eso, precedentes. Este es el hándicap principal que motiva y lastra en sus razonamientos, a mi juicio, el artículo que abre esta entrada.
* Una nueva identidad para los que llegan.
El inmigrante, a juicio del autor, o se convierte en vasco (es a lo que aspira siendo "inmigrante") o permanece siendo español (es lo que le corresponde como "invasor"). Aquí se entiende por vasco al individuo del País Vasco o Navarra que lucha por la independencia. Y español sería, en buena lógica todo lo contrario.
Pero ocurre que el inmigrante que viene de otras partes de España adquiere, por así decir, una nueva identidad. Una identidad distinta a la que tenía en sus lugares de procedencia. Identidad que viene dada por dos rasgos singulares: primero, el de salir del pueblo, el del desarraigo; segundo, el de contactar con el vasco. Ambos rasgos son desconocidos para los que se quedan en los pueblos expulsores de inmigración y constituyen, a mi juicio, la raíz de la identidad maketa.
* Para el nacionalismo vasco, o se es vasco o se es español.
Pero ocurre que los inmigrantes que llegan aquí no llegan de España en general, llegan de unos pueblos muy concretos de procedencia. No es lo mismo el que viene de Galicia, que el que viene de Extremadura, que el que viene de Andalucía o de La Rioja o de León o de Asturias. Cada uno de ellos trae su bagaje peculiar. Pero todos ellos tienen algo en común entre sí, lo que decíamos antes: el desarraigo y el contacto con el vasco. Como también tienen en común un mismo origen cultural y social con sus pueblos respectivos, con las gentes que quedaron allí. Que todos los inmigrantes tengan un carácter español que les identifica, sí, siempre que a la vez se considere lo que les separa, lo que les diferencia; no, siempre que se quiera uniformizar a todos los inmigrantes en unos mismos caracteres tipológicos o folklóricos de lo español.
Seguiremos.