"EL GARGANTÚA MAQUETO"

"El asunto más importante, si hemos de creer a un diario local, de los tratados en la última sesión celebrada por el Ayuntamiento de nuestra villa, fue el referente a la adquisición de un Gargantúa.
Asunto en el que, según reseña de la prensa de la localidad, hicieron un derroche de elocuencia el concejal in extremis señor Rasines y el concejal republicano de R.O. señor Pinillos.
Este último, no contento con haber resucitado los gigantes durante su anterior legislatura, aprovechando la concejalía que le regaló don Tirifilo, ha propuesto se encargue un Gargantúa, acordándolo así por mayoría el Ayuntamiento.
No sin que se opusieran algunos señores ediles, entre ellos el citado señor Rasines, el cual abogó con tanto calor porque no se hicieran caso a las chirenadas de Pinillos, que éste, quemándosele el papelón, dijo que en Bilbao hay muchos gargantúas.
Y el señor Rasines tan fresco, sin pedir una manga de riego ni siquiera un mal jarro de agua.
Quiere decirse, pues, que tendremos Gargantúa.
Con lo cual ya pueden alegrarse los chiquillos y también algunos grandes, como el señor Pinillos dijo.
Ahora lo que preocupa hondamente al padre de la criatura ¡de tamaño!, de tal suerte y manera que le quita el sueño y el apetito, es el carácter que ha de tener el personaje en cuestión. Qué va a ser, egipcio, turco, ruso o alemán.
Alguien ha dicho que era cosa resuelta el que representara un aldeano del país.
Este servidor de ustedes, respetando siempre las opiniones de los demás, entiende que el Gargantúa ese debe ser la representación genuina, exacta y perfecta del maqueto.
Vístasele con una gorra de pelo, de esas que usan por allá, en tierra de Burgos o de Soria, y una capa de paño raído, grande y llena de remiendos, y póngasele sobre las espaldas un par de alforjas. Así, y sólo así, debe de ser el Gargantúa.
¿Por qué?
Pues sencillamente porque para gargantúas ahí están ellos, los maquetos, dispuestos siempre a tragarse todos los empleos, cargos, oficios y canongías de Vizcaya.
Como una plaga se nos han echado encima y han tragado todo lo que había por tragar.
Desde la merlucita frita hasta el mejor destino del pueblo.
¿No les parece a ustedes que tengo muchísima razón?
Pues bien, si el Gargantúa ese ha de representar algo que sea verdad, de lo cual estemos convencidos todos los vecinos, y ha de simbolizar al propio tiempo algo que tengamos por acá de notable, necesaria e irremisiblemente ha de estar vestido de maqueto.
Hacerlo de aldeano del país es no estar en la realidad.
Nuestros aldeanos no tienen tan buenas tragaderas.
Y aunque las tuvieran no hay de qué, por aquello que decimos antes.
En todo caso, si se quiere que ellos sean los tragados, menos mal.
Eso es, al fin y al cabo, lo que está sucediendo en el país.
Con que así, a no engañar a las gentes.
Hágase cuanto antes el Gargantúa ese, en la forma que proponemos, y se verá qué buen resultado dá.
Sobre todo si se va buscando que sea capaz de tragarse todo lo que se le ponga por delante.”

En Euskalduna, nº 41, 20 de junio de 1897, por Antón de Munitibar