UN MAQUETO PINTADO POR SÍ MISMO

"En el Heraldo de Madrid correspondiente al 23 de Septiembre último, aparece con el título de El espíritu de Vizcaya un artículo firmado por Un maqueto.
Este buen señor, aunque así no se hubiera firmado, denuncia su procedencia por la táctica que emplea en su escrito: es la misma de siempre, idéntica a la de todos sus congéneres; halagar en apariencia a los naturales del pueblo en que viven hasta conseguir sus propósitos, y después tratar de colocarse, en las distintas esferas, sobre el nivel de los que antes han halagado.
Conducta es esta que debe inspirar sumo cuidado, y de la que jamás debemos vivir desprevenidos, si no queremos que nos reduzcan a la nada en brevísimo plazo.
Véase ahora cómo se expresa el maqueto del Heraldo:

Haciéndose cargo de los que atizan el fuego de la discordia propalando odios de raza y de casta sin más razón que la de pensar, según el articulista, que las ideas de unos pocos, locos de atar, son las ideas de la generalidad de los vizcainos, dice:
"Esto no es cierto, como no lo es tampoco, a creer lo que algunos dicen, que a los maquetos nos tengan metidos en un puño los vizcaínos. En primer lugar, somos los más y ellos los menos; pero por si esta razón no fuera suficiente, lo sería la consideración de que ellos, los vizcaínos, en su inmensa mayoría, no tienen tan desequilibrado su espíritu, que vayan a pensar que por estar en su pueblo han de cerrar a piedra y lodo sus fronteras para no permitir intrusiones de ninguna clase, o arrojar a escobazos y perseguir como a perro con maza a todos los castellanos que estamos dentro de ellos."
En este párrafo se nos presenta el maqueto, en primer lugar, amenazador, diciéndonos que son los más, dando a entender que seguramente vencerían a los menos. No sabemos quién es este señor, pero si para muestra basta tan sólo un botón, nos atrevemos a asegurar que ya disfruta de desahogada posición social, pues siempre se le advierte esta fase cuando ha conseguido realizar alguna parte importante de sus aspiraciones. Arrepentido más tarde d eesa amenaza quiere disimularla, y exagerando maliciosamente la nota antimaqueta de algunos, apela a la buena organización cerebral de la mayoría de los vizcainos. Procedimiento es este de los más gastado, pero que en su fina urdimbre se enredan algunos incautos, por cuyo motivo nos creemos obligados a llamarles la atención.
Sigamos leyendo:

"Quien tal dice desconoce a los vizcaínos y no sabe lo que pasa en Vizcaya. Cierto que aquí los naturales son amantes de su suelo, de sus usos, de sus costumbres, de sus tradiciones, de sus antiguas leyes y de cuanto adquirió desde el nacer, carta de naturaleza en Vizcaya; y que este amor, digno de todo respeto y veneración, lo tienen arraigadísimo en su corazón; pero de esto a la separación de castas, al odio al feroz invasor y a las persecuciones interminables, hay una diferencia inmensa que ningún vizcaíno, estoy de ello cierto, se atreve a salvar.

Verdad también que los vizcaínos, y esto es perfectamente natural y lógico, están bien unidos, se protegen y amparan mutuamente y en todas ocasiones procuran conseguir el bien de los suyos; pero de esto a distanciar al maqueto, sin consideración a sus merecimientos, a sus trabajos y a sus virtudes sociales, apartándole violentamente cuando pretende escalar el puesto que ambiciona, hay una respetable distancia."


El articulista ha variado de táctica; aquí se nos presenta como un maqueto en su primera etapa, esto es, sin engreírse; por el contrario, ensalzando a los vizcaínos y ponderando sus costumbres, para terminar arrimando la ascua a su sardina por si cae algún incauto en la tentación de terminarla de asar, y esto se llama maliciosa cucología, la que nunca debemos olvidar.
Mas tarde añade, ocupándose de la inmigración castellana:

"Y esta inmigración no se compone sólo de braceros. Hemos venido aquí todos, porque, y esto honra a Vizcaya, este es el rinconcito mejor de España. Y al venir todos, y de todo, en todas las esferas de la actividad humana se nota el fenómeno de la terrible competencia social y hay que ofrecer mucho y darlo para obtener una recompensa, las más de las veces, desproporcionada al esfuerzo realizado. Además de esto, la vida es aquí más cara que en ninguna otra parte, y esta circunstancia acrece las dificultades."


En este párrafo, después de una dedada de miel, se nos presenta el maqueto quejoso del premio a su trabajo: lo encuentra mezquino, y por consiguiente se muestra ingrato con quien él ha solicitado protección, y termina mostrando descontento por la carestía de la vida de un pueblo en el que reside por su libérrima voluntad, y que por lo tanto puede, cuando le plazca, trasladar su residencia a lugar de mejores condiciones. La eterna cantinela del castellano que resulta inocente e inofensiva, pero aburrida por su repetición.
Prosigamos la lectura.

"Por lo demás, el maqueto se abre aquí camino como en otra parte. Los vizcaínos, y hablo de la inmensa mayoría que tienen juicio cabal, son retraídos, se resisten, y es natural, a dejarse conquistar; pero al fin son conquistados por quien tiene méritos suficientes y habilidad para rendir sus posiciones, y se entregan a discreción si se les da en cambio cantidad bastante de bagaje científico y social que facilite la transacción. Buena prueba de lo que digo es que muchos maquetos viven aquí muy contentos y reconocidos porque se les ha hecho merecida justicia, sin pensar en antagonismos regionalistas que no existen sino en la mente de unos cuentos degenerados."


En estas líneas el maqueto ha perdido los estribos, abrogándose la exclusiva posesión de la ciencia y la sociabilidad; se considera dispensador de favores, maestro y educador de los vizcaínos, pretensión absurda y que redundad en desprestigio de los naturales de este país que por su ciencia y cultura están por lo menos a nivel, si no por encima, de la casi totalidad de las provincias españolas. Contentos vivirán en Vizcaya los maquetos que así piensan, pero los vizcaínos nada tienen que agradecerles: hubiera valido más no se hubieran acordado de venir a visitarles, y si una de las manifestaciones de la ciencia y de la cultura es la humildad, medrados resultan la de los que así piensan. Está visto: el maqueto no tiene enmienda. No acertamos a comprender, con estas condiciones, cómo se abre camino; no es posible se presente tal cual es.
Y terminemos copiando.
"Que Arana salió diputado provincial; ¿y qué? Si Arana al final no hubiera recogido velas apartándose cuanto pudo de las ideas sostenidas en aquel papelucho que se llamó El Bizkaitarra, es casi seguro que no hubiera obtenido los sufragios de cien electores; pero acertó a decir que del dicho al hecho hay un buen trecho, refiriéndose a las ideas bizkaitarristas por él sustentadas, y se agarró tan bien a las frondosas ramas del árbol santo de Guernica, que no es milagro arrastrase a la gran masa fuerista, cuyos sufragios consiguió como mantenedor de las leyes tradicionales de Vizcaya."
¿De dónde ha sacado nuestro maqueto estas afirmaciones?
Que nosotros sepamos, en ninguna parte se hallan consignadas. Y eso de agarrarse bien a las frondosas ramas del árbol de Guernica, podemos decir que como el señor Arana jamás se ha desasido de ese hermoso símbolo de la libertad vizcaína, no tuvo necesidad de agarrarse a ninguna parte para conseguir el triunfo que parece ha molestado algún tanto al comunicante del Heraldo. "
En Euskalduna, nº 110, 2-10-1898

LAS PRUEBAS


"Diferentes veces nos hemos ocupado de las proporciones que en estos últimos años ha alcanzado en nuestro país la inmigración de elementos completamente extraños y hasta opuestos a nuestra raza y peculiar manera de ser. Tal vez lo que respecto de este particular tenemos manifestado se haya calificado por algunos de exageraciones de fanático o de pesimismos de desesperado, pero ni nuestras amarguras llegan hasta el extremo de hacernos perder toda esperanza, ni nuestro entusiasmo por la idea que defendemos llega a oscurecernos la razón. Y para que se vea la verdad de lo que decimos y de lo que antes de ahora tenemos expresado, vamos a poner de manifiesto la prueba más palpable y que menos puede dejar lugar a dudas. Contra los datos estadísticos, contra la prueba de los hechos, todo argumento cae por su base. ¿Y qué nos dicen esos datos? Por capricho se nos ocurrió leer el otro día en un diario local la relación de los matrimonios habidos en nuestra villa el día 18 del corriente mes. Once matrimonios se verificaron en dicho día. He aquí los apellidos de los contrayentes: Penen, Fallo, Sagasti, González, Lara, Mazón, Alzola, Urúburu, Pérez, López, Iturbe, Martiles, Andrés, Ducal, Fernández, González, Martínez, Rodríguez, Robredo, Bareño, López y Martínez. De veintidós, solamente cinco apellidos vascongados; los demás de la otra banda. ¿Hay prueba más concluyente que ésta de que en nuestra villa la inmigración de elementos extraños ha llegado a grado tal que ya no cabe dudar siquiera de que los de casa somos los menos y los de fuera los más? ¿Cabe dudar ni por un momento siquiera, después de esto, de la razón que nos asiste al estar un día y otro lamentándonos de las proporciones exageradas que esa inmigración ha tomado?

Pero aún hay más. Pudiera acaso decirse que la casualidad ha hecho que se casaran en un mismo día más gentes de apellido erdérico que de euskérico. Pudiera ser. Pero también es casualidad que al ocurrírsenos dos días después leer la lista de fallecidos nos encontráramos con los apellidos siguientes: Larrea, Pérez, González, García, Mañas, Polanco, Miguel, Gorostegui y Martínez. Y ante esto ya no hay casualidad posible. Hubieran sido muchas casualidades. Esta lista de fallecidos guarda relación íntima con la de matrimonios. Una y otra se completan para demostrarnos de una manera terminante, incontrovertible e indubitable, que ya aquí, en Bilbao, la raza euskalduna está en minoría, y el castellano o como quiera llamársele, en gran mayoría. Con razón se califica a sí mismo un amigo nuestro de extranjero en su tierra.

¿Qué falta después de esto? Muy poco. Hay un refrán que dice así: De fuera vendrá quien de casa te echará. Todavía no hay llegado a esto, pero camino de ello parece que van. Si no nos echan, como al fin y al cabo se están quedando con todos los destinos, cargos, oficios, profesiones, etc., etc., se dará el caso, más tarde o más temprano, de que las necesidades y el hambre nos obligarán, a los que hemos nacido en esta hasta los tuétanos maketizada villa de Bilbao, a emigrar de ella marchándonos a Alaska en busca de oro, o a colonizar las extensas llanuras de la Mancha.

Que allá, allá se andarán."

Euskalduna, Bilbao, nº 86, 24 de abril de 1898